Terminando el mes de agosto, la India logró cumplir varios hitos en la carrera espacial. El principal, llegar a depositar una nave en la Luna. De esta manera, pasó a formar parte de las poquísimas potencias que lo hicieron y que son tres: Estados Unidos, Rusia y China. La India ahora es el cuarto. Pero además, alunizó en el Polo Sur convirtiéndose en el primer país en conseguirlo. Rusia lo intentó unos días antes, pero no lo logró.
Si pretendemos hacer más épico este relato podemos decir que la misión le costó al país 74,6 millones de dólares. Lo que significa que es menos de la mitad de dinero que utiliza Hollywood para producir películas de ciencia ficción. Por ejemplo, ‘Interstellar’, donde un grupo de astronautas viajan en busca de un nuevo hogar para la humanidad, costó 165 millones de dólares. Y fue todo imaginario.
Los 1.400 millones de indios, hoy el país más poblado del mundo, siguieron de cerca este instante glorioso. El primer ministro, Narendra Modi, expresó con una honda y visible emoción: “Cuando vemos estos momentos históricos con nuestros propios ojos, nos sentimos muy orgullosos. Es el amanecer de la nueva India”. Es muy importante ponerle relato a aquellos logros grandiosos y legendarios. Modi lo hizo.
Las misiones en las que el hombre pisó la superficie de la Luna fueron seis. La última en 1972 y se llamó Apolo 17. Desde entonces ningún país ha vuelto a enviar proyectos tripulados. Aunque en el último tiempo, se viene dando una especie de apuro por poner nuevamente los pies en el quinto satélite más grande del sistema solar.
Actualmente, se está produciendo un reordenamiento de la geopolítica espacial global, donde la inversión privada, se suma a los Estados como actores principales. Este proceso fue acompañado por los enormes avances tecnológicos, que modificaron el tradicional modelo de las misiones al espacio. Anteriormente, eran las naciones las que disponían completamente de los recursos para que se realicen estos progresos. Entonces, el sector privado tenía un papel muy secundario.
Pero en la última década, ha surgido un grupo de empresas como Virgin Galactic, SpaceX, Blue Origin, Boeing, etc. Éstas ofrecen un acceso más barato al espacio celeste, con cohetes que pueden ser reutilizables y con sistemas horizontales de lanzamiento. A lo que se suma, que los satélites se están volviendo cada vez más pequeños y su construcción, también más económica. Ya hay cerca de 1.500 en órbita.
El interés que actualmente despertaron estas ansias por volver a la Luna, está relacionado con varios factores. Aunque el principal es el creciente impulso chino en la carrera espacial. Esto hizo que Estados Unidos despierte de su letargo. De manera similar a como, en su momento, lo hizo despabilar el vuelo del Sputnik en 1957. Por ello, los norteamericanos se vieron obligados a desempolvar y revitalizar sus antiguos proyectos espaciales.
Aunque otro de los elementos tiene que ver con los avances científicos y tecnológicos. Diversos estudios han confirmado que la Luna posee en el Polo Sur, donde India acaba de alunizar, gran cantidad de oxígeno, hidrógeno y agua. Esto podría servir en las décadas siguientes, como una especie de estación de servicio, para realizar viajes cósmicos hacia Marte y otros destinos del universo teniendo a la luna como base.
Actualmente, la agencia estatal NASA, está desarrollando el proyecto Artemisa como el siguiente paso para establecer una presencia sostenible en la Luna y en la órbita lunar. El objetivo es sentar las bases para que las empresas privadas afiancen una economía lunar y, finalmente, enviar humanos a Marte, a partir de 2033. Este programa cuenta con la cooperación de 28 países. Entre ellos India y Argentina. Pero además en colaboración con cinco importantes agencias de Europa, Japón, Canadá, Israel y Australia.
Mientras tanto, China viene caminando prácticamente sola. El país asiático comenzó a enfocarse en la carrera espacial de manera más insistente a partir de 2003, cuando se convirtió en la tercera nación en mandar hombres fuera de la Tierra. Entre los objetivos principales de su programa espacial se encuentran: lograr un alunizaje tripulado antes de 2030, llevar a cabo exploración científica en la Luna, desarrollar sistemas de transporte y estancias a corto plazo para las tripulaciones, y avanzar en tecnologías clave como la integración humano-robot.
En tanto Rusia, para quien históricamente la conquista espacial ha sido uno de los grandes orgullos patrios, ha fracasado hace unas semanas. El país lanzó este agosto la primera sonda robótica en más de cuarenta años. Pero la misión tuvo problemas. La agencia espacial informó que “El aparato se movió a una órbita no prevista y cesó su existencia como resultado de un choque con la superficie de la Luna”. Días más tarde, era la India quien se adjudicaba ese logro.
Lo cierto es que, luego de concentrarse en conquistar Ucrania, y tener que destinar gran parte del presupuesto público a la fabricación o compra de armamento, drones y equipos militares, se produjo un desvío de los fondos que antes estaban destinados al programa espacial. Por eso, el gobierno de Vladimir Putin decidió cooperar con Pekín en un programa tripulado y en el lanzamiento para el 2035 de la “Estación Internacional de Investigación Lunar”.
La realidad es que, es el gigante asiático quien está marcando el pulso en esta carrera. Esto sobresalta, atemoriza y alarma principalmente a Estados Unidos. En julio de 2022, Bill Nelson, el director de la NASA, había advertido que “el programa espacial de China es un programa espacial militar”. Además denunció el robo de tecnología e inquietó sobre la cooperación espacial con Rusia. También advirtió que “Debemos estar muy preocupados de que China vaya a aterrizar en la Luna para decir: ahora es nuestra y tú quédate fuera”.
Cuando un hombre norteamericano pisó por primera vez la luna, en julio de 1969, el entonces presidente Richard Nixon, expresó: “En este momento único en toda la historia de la humanidad, todos los pueblos de la tierra forman uno solo”. Parecía que en plena Guerra Fría, en ese preciso instante, no nos separaba ni el comunismo ni el capitalismo. Hoy, 54 años después, esta competencia se reedita con distintos actores y características. Y como los grandes momentos de la historia, suelen ir acompañados de grandes relatos, intriga saber cómo y quién narrará la próxima gran hazaña.