Mientras el poder político debate con su “lógica” predatoria casi todo lo que toca, la banda de sonido de la semana no la pusieron ni los aplausos de los diputados rechazando el aumento a jubilados en el apoyo al veto de Milei, ni las molotov en la legislatura de Santa Fe. Sino que Charly García, ajustado una vez más a ese tiempo, marcó el ritmo con La lógica del escorpión, su último disco. 

La fábula donde un animal, no pudiendo evitar su instinto, se ahoga con una incrédula y confiada rana que lo cruzaba en un río, surge como un reflejo de las trompadas cotidianas que la política se da a sí misma. Autodestructivamente.

“El escorpión y la rana” es una fábula de origen desconocido aunque, generalmente, atribuida a Esopo. El escorpión le pide a la rana que lo ayude a cruzar sobre su lomo el río. La rana le responde: “¿Cómo sé que no me picarás?” El escorpión contesta: “¿Por qué haría que ambos nos ahogáramos?”. La rana acepta y, a la mitad del río, el escorpión la pica. Cuando la rana herida le pregunta por qué, “si los dos vamos a morir”, el escorpión explica. “Es mi naturaleza”.

La moraleja de la historia. Hay personas cuya maldad será expuesta sin importar las consecuencias de sus actos (incluso el propio daño). Otra mirada avanza sobre la idea de que la naturaleza de lo que somos nos condiciona. A veces, la ambición es tan desmedida que no se miden en destruir las propias circunstancias que nos mantienen a flote. Chapeau Charly.

Los debates en un país de tierra rica y generosa, en el que el 60 por ciento de su población juvenil es pobre e indigente, es sobre el brazo del que manda. No solo sobre sus acciones, sino la estética del comandante que organiza la pobreza de los pobres. Con poca ejemplaridad, debate cómodo y sin austeridad alguna sobre el lomo indigente de una población resentida por esa desigualdad.

Milei prepara para el próximo martes un asado para casi 100 personas (86  diputados nacionales y algunos colaboradores) para “agasajar” el voto que avaló su rechazo al aumento de las jubilaciones en Argentina. El gran default de la política en cuatro décadas. Quienes organizan las cajas jubilatorias no logran explicar a generaciones de ancianos tanta insensibilidad. Festejar con un asado sobre las flacas costillas de los viejos, el banquete obsceno del rey.

Milei se asumió como un león que iba a devorar a las castas de la política argentina. Hoy, como alguna vez lo hicieron otros, va por todo. Aunque las castas reales del poder ya no están inquietas con la gestión. Algunos sectores negociaron los mejores acuerdos distribuyendo sus comarcas salariales para las tradiciones de los partidos.

Nadie cree que sea cierta la tensión entre ellos. El coqueteo de argumentos entre el León y Cristina Kirchner parece otro paso de comedia política argentina, sobre teorías económicas en tiempos urgentes, con bibliografía comprada con los recursos que no se entregan a esos mismos jubilados. En el país de la corrupción política mas monumental de la historia ningún juez se atrevió a investigar y condenar la matriz del sistema. Los escorpiones felices afilando el aguijón para la próxima rana.

¿Quién lleva una bomba molotov a una manifestación publica frente a la legislatura provincial de Santa Fe? ¿Quién es capaz de querer hablar con ese lenguaje en tiempos donde estamos a un “filito” de que algún loco planee algo peor y lo concrete?
La cultura “copito” (por la marginal banda que intentó asesinar a Cristina Kirchner) es también ese escorpión. Mochilas cargadas de botellas con combustible para decirles a los diputados santafesinos que no se tocan las jubilaciones estatales fue funcional a lo peor de esa fábula. No importa ahogarnos en el rio. Los militantes de los partidos de izquierda, descreídos de la representatividad legislativa, fueron con el objetivo de “romper”. Clavar el aguijón sobre el lomo de la democracia para que el debate se hunda en un río cloacal. Igualito al León.

El escorpión picando la rana que lo lleva al otro lado del rio, sabiendo que se va a ahogar, no tiene mucho sentido. Tal vez, la historia no cuente que, antes de lanzar el aguijón, el depredador ya tenía un plan b para evitar ahogarse. Cristina se quedó con intendencias y varias provincias, entre ella Buenos Aires; Sergio, con cargos en todo el país. O dicho de otra manera: nadie se queda sin postre en el banquete de esta comedia.

Pienso en esa rana que asumen ser los jubilados o los trabajadores a punto de serlo. Montar sobre su lomo a un escorpión, un proyecto, a pesar del peligro confiar en su buena intención. Ser hincados a mitad del viaje y ahogarse. 

Con ese termómetro social tan fino, la música de Charly García interpreta el tiempo. Para Alfredo Rosso, un periodista dedicado a bucear durante décadas estos pasos culturales, el material “nos ubica en tiempo y espacio”. “Da una mirada lucida sobre la sociedad contemporánea. El futuro es un oscuro callejón siniestro y que siente miedo a ese futuro oscuro. Analítico y vulnerable”, dice, al otro lado del teléfono.

La música no cambia el mundo pero, cuando el mundo está cambiando, parte de esas melodías lo cuentan. Eso pasa con García. Atravesado por el propio aguijón que clavó una vez en su cuerpo, nos entrega –sobreviviente– un manifiesto político muy claro. 

El festejo con un asado de diputados que le dan la espalda a los jubilados para proteger a las nuevas generaciones (así lo argumenta el presidente) o las molotov en la legislatura de Santa Fe para evitar un debate democrático sobre el mismo argumento define un río donde escorpiones y ranas se encuentran. Para ahogarse mejor.