“Todos los presidentes que hablan de la Historia hacen un uso político del pasado. Cuando un presidente o un dirigente político habla de Historia está hablando más del presente que del pasado”. Así lo entiende la historiadora rosarina Camila Perochena al explicar el uso que hace la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, de los hechos del pasado al traerlos a sus discursos. Es más, este domingo se celebra el Día de la Soberanía, fecha que rescató la ex mandataria del calendario de las efemérides y lo puso como feriado nacional. Según la investigadora, para Cristina hay momentos de la Historia argentina con los que se identifica como la Revolución de Mayo de 1810, Juan Manuel de Rosas, el peronismo y la militancia de la juventud de los 70, y otros momentos con los que busca una ruptura y asocia con sus opositores (el Poder Judicial, los sectores agroexportadores, los medios de comunicación) como el Centenario de la Patria, los golpes militares y la década del 90.
Perochena (35 años) nació en el barrio de Pichincha, es doctora en Historia y magíster en Ciencia Política, actualmente se desempeña como profesora investigadora de la Universidad Torcuato Di Tella y como columnista del programa Odisea Argentina en el canal de La Nación. Escribió el libro Cristina y la Historia: el kirchnerismo y sus batallas por el pasado (Crítica, 2022).
El miércoles pasado disertó en la Bolsa de Comercio de Rosario sobre las controversias de la Historia argentina ante un nutrido auditorio, actividad organizada por el área de Cultura de esa institución. Sucedió en la semana previa al Día de la Soberanía por un nuevo aniversario de la Vuelta de Obligado y en ocasión del acto de Cristina por el Día de la Lealtad que fue casi un especie de operativo clamor para una nueva candidatura.
Simpática, locuaz, amable y apasionada por la Historia y su ciudad, la académica y escritora habló mano a mano con Rosario3.
—Hoy es el aniversario de la Vuelta de Obligado y desde hace unos años se celebra el Día de la Soberanía nacional. ¿A qué reflexión te lleva un día como el de hoy?
—Todas las conmemoraciones o los feriados están muy relacionados con las batallas por la memoria que se dan en el presente. El del 20 de noviembre es un feriado muy nuevo, muy reciente, que se crea en el gobierno de Cristina cuando intenta dar una batalla por la Historia, por el pasado y por lo que se interpreta del pasado.
Ella cree que hay que celebrar el 20 de noviembre y trae una controversia en la memoria. Es que Cristina asume diciendo que va a dar una batalla cultural, que va a presentar una nueva Historia y así retoma interpretaciones revisionistas de la Historia principalmente reivindicando a una figura controversial como es la de (Juan Manuel de) Rosas.
¿Cómo es esto? Por un lado, la Vuelta de Obligado es una derrota que, si bien no sería algo tan determinante porque se pueden recordar las derrotas, se ha convertido en una victoria. Y por otro lado, es también un factor controversial poner al 20 de noviembre como feriado como día de la Soberanía dejando de lado la circunstancia que, cuando ocurrió la Vuelta de Obligado, el Estado no existía y la soberanía no estaba institucionalizada. Era una confederación de provincias autónomas e independientes donde Buenos Aires era la provincia más poderosa que manejaba las relaciones exteriores gobernada por Rosas quien va a obstaculizar la sanción de una Constitución porque no quería perder los ingresos que generaba la aduana del puerto.
—¿Cristina se apodera de los hechos de la Historia y los cuenta a su manera?
—Todos los presidentes que hablan de la Historia hacen un uso político del pasado. Cuando un presidente o un dirigente político hablan de Historia está hablando más del presente que del pasado. Está moldeando el pasado en función del presente y de lo que quiere transmitir.
En ese moldeo que hace Cristina de la Historia, Rosas entra perfecto en el sentido que lo incluye como un figura nacionalista, industrialista y federal. En realidad quiere verse en ese espejo y en esos términos. Pero en ese uso político del pasado se encuentran algunas inconsistencias. Lo interesante no es tanto corregir lo que un dirigente político dice del pasado porque no trata de hacer Historia como un historiador, lo interesante es ver qué le sirve políticamente ese uso del pasado.
—Cristina ha tomado a lo largo de estos años varios hechos o personajes de la Historia…
—Cristina divide en dos mojones a la Historia argentina: hay momentos del pasado que busca establecer una filiación y con otros una ruptura. Los momentos que busca identificar al propio kirchnerismo son la Revolución de Mayo de 1810, el rosismo, el peronismo y la militancia de la juventud de los 70.
Los momentos que busca una ruptura y que asocia con sus opositores (el Poder Judicial, los sectores agroexportadores, los medios de comunicación) son el Centenario, los golpes militares y la década del 90.
—¿Cómo crees que la va a juzgar la Historia y cómo la Historia va a contar su paso?
—No puedo hablar del futuro. No hay sentencia definitiva ni una única interpretación de la Historia. Así como Rosas es juzgado de diferente manera en distintos momentos de la Historia, a Cristina también se la va a juzgar de diferente manera según los momentos.
—¿La vicepresidenta será una de las figuras de la Historia argentina?
—Seguramente. El kirchnerismo se constituyó como identidad política que ha dividido las aguas y sin duda ella será parte de la Historia.
De controversias y grieta
—¿Qué controversias te generó el abordaje de este tema a la hora de la publicación del libro?
—Cuando empecé a investigar este tema estaba estudiando Historia en la Universidad Nacional de Rosario en 2010, Cristina era presidenta y mi interés apuntó a ver cómo tomaba hechos de la Historia y los traía al presente. Cuando lo convertí en el trabajo de tesis para mi doctorado nunca pensé que iba a seguir siendo un tema actual. Y la verdad es que genera tensiones. Trato de acercarme como académica e historiadora, de la misma manera que lo hago con otro tema de la Historia. Siempre intento no hacer un análisis político sino académico.
—¿Te ponen en la grieta?
—Sí, por supuesto. Es muy difícil que no te etiqueten. Hace unos días en una entrevista en una radio filoperonista lo primero que me dice el entrevistador es de dónde hablás o cómo te etiquetás ya que publicás en La Nación. Le respondí que me parece más interesante debatir ideas más que ideologías, si arrancamos con prejuicios porque trabajo en un determinado diario se pierde algo de la conversación.
Y esto es lo que nos sucede como sociedad hoy, la polarización nos quita la posibilidad de discutir y llegar a consensos racionales. Se me intenta hacer caer en la grita, pero intento nunca dejar de discutir con quien piensa distinto.
—¿Tuviste problemas con otros historiadores?
—Ninguno. Me han hecho críticas académicas pero no políticas y eso es muy bien recibido. En mis colegas, creo, que se entiende mucho más que el libro es fruto de una tesis de doctorado.
Una mirada rosarina
Camila nació en barrio Pichincha y vivió hasta los 14 años en la zona de bulevar Oroño y Brown. Luego se fue a bailar al Teatro Colón y volvió a los 18 para estudiar Historia en la Universidad Nacional de Rosario. Después volvió a Buenos Aires para hacer el doctorado. “Rosario me genera mucha nostalgia, vengo muy seguido, cada dos o tres semanas, ya que están mi familia y mis amigos. Y al mismo tiempo la situación que se vive en la ciudad me genera tristeza. Entiendo que está en una encerrona de difícil solución”, plantea.
Sobre la historia de la ciudad y la realidad, Perochena cree que “es difícil disociar la Historia nacional de la Historia de la ciudad”: “Rosario siempre acompañó el devenir del país, que creció con el modelo agroexportador, se expandió con el modelo industrial, fue parte del proceso de sustitución de importaciones y sufrió las atrocidades de la última dictadura militar”.
Pero al mismo tiempo destacó que “es una ciudad que durante mucho tiempo construyó con el socialismo una opción política rara para el contexto nacional, socialdemócrata, liberal de izquierda, que no llegó a nacionalizarse. Con todas las críticas que se le pueden hacer al socialismo, el electorado rosarino hizo algo medio excepcional que no llegó a consolidarse más allá de la ciudad y la provincia”.