A esta altura de los acontecimientos, decir que Franco Colapinto ha sorprendido al mundo de la Fórmula 1 tanto dentro como fuera de las pistas es poco más que una obviedad. Su llegada a la máxima categoría del automovilismo no solo generó una revolución mediática sin igual, especialmente al tratarse de un piloto debutante, sino que avivó la llama de la pasión por el deporte motor en Argentina, despertando un renovado interés por una categoría con una enorme historia en el país.
La atmósfera de una carrera de Fórmula 1 es única. Electrizante, hipnótica y llena de emociones que van desde el nerviosismo hasta la euforia. Los motores resonando en el aire, el movimiento frenético de mecánicos en la parrilla de salida y la visible tensión en el rostro de los pilotos en los momentos previos a la largada, sumerge por completo a los espectadores en el embriagante mundo de la alta velocidad. Y cuando el semáforo se apaga y los autos aceleran al máximo, es imposible no dejarse arrastrar por esta marea frenética que envuelve la pista desde las gradas hasta los boxes, la magia brutal de la Fórmula 1.
Los duelos rueda a rueda, el vertiginoso frenesí que se desata vuelta tras vuelta, y la batalla constante contra los límites de la física hacen que cada Gran Premio sea una obra maestra de ingeniería y destreza humana. Es precisamente esta combinación explosiva de talento, tecnología y adrenalina la que, inevitablemente, despierta en muchos espectadores ese irrefrenable “bichito de la velocidad”, esa tentación de imaginarse tras el volante, persiguiendo la gloria a más de 300 kilómetros por hora.
Sin embargo, el automovilismo real es un deporte prácticamente inaccesible para la mayoría, incluso en las categorías inferiores. Los costos astronómicos de preparar y mantener un vehículo, la logística involucrada en transportar el coche, mecánicos, ingenieros y técnicos especializados, las inscripciones y el siempre presente riesgo físico implícito en la disciplina lo convierten en un sueño lejano para casi todos los entusiastas. Es aquí donde el simracing, o simulación de carreras, emerge como una alternativa extraordinariamente atractiva. Una puerta de entrada al mundo del automovilismo competitivo que, si bien no puede replicar la adrenalina pura de un auto real, ofrece una experiencia sorprendentemente inmersiva y emocionante.
Si bien no es oficialmente una disciplina del motorsport, en los últimos años el simracing ha evolucionado tanto que ha ganado reconocimiento como una práctica seria y competitiva, especialmente en el mundo de los esports. Se trata de una actividad que va mucho más allá de los videojuegos de carreras, ya que busca recrear con la mayor fidelidad posible las condiciones de conducción en circuitos reales, desde el comportamiento de los autos y las fuerzas físicas, hasta el clima y la adherencia al asfalto de los distintos tipos y presiones de neumáticos. No solo requiere habilidad para la conducción, también máxima concentración, velocidad de reflejos y la capacidad de leer la pista y anticiparse a las maniobras de los contrincantes tal cual sucede en la alta competición automovilística.
Acá también se hizo sentir la fuerza gravitatoria del fenómeno Colapinto: no solo se multiplicó la presencia de pilotos argentinos en los servidores de los simuladores más populares online, sino que los fabricantes locales de cockpits de simracing reportan un incremento notable en las consultas. Así lo relata a Rosario3 Claudio Kohler, campeón y piloto de múltiples categorías automovilísticas argentinas y titular de SimSpirit, una empresa dedicada a la fabricación y venta de simuladores de carrera profesionales : “Obviamente esta ola de fanatismo por Colapinto generó un interés extra en la gente y recibimos más consultas, pero además de eso, más consultas específicas por simuladores de Fórmula 1. Así que sí, lo de Franco generó algo extra”.
Kohler, quien además hoy trabaja como director deportivo dentro del automovilismo nacional, cuenta con la ventaja diferencial de haber sido piloto profesional, por lo que “a lo largo de los años uno adquirió y sigue adquiriendo mucha información y mucha data que volcamos dentro del simulador, por eso obviamente estamos enfocados mayormente a pilotos, nuestro público objetivo principal”. Los simuladores que fabrican incorporan tecnología de punta: estructura de aluminio modular, sistema de triple monitor para una experiencia inmersiva, butaca profesional, volante direct drive de alto torque, pedalera con celda de carga en el freno que permite sentir la resistencia real del pedal, pantalla dashboard táctil y una CPU de última generación que garantiza el máximo rendimiento.
“Por estas características, sus simuladores son elegidos por pilotos profesionales de TC y Rally que los utilizan para familiarizarse con los circuitos antes de las competencias, probar diferentes configuraciones en los vehículos, analizar trazados y evaluar modificaciones en la puesta a punto de los autos sin los costos y riesgos que implicaría hacerlo en la pista real. Esta es una herramienta que se ha vuelto fundamental en la preparación de los pilotos, permitiéndoles optimizar su rendimiento y tomar decisiones antes de cada carrera. “Se ha logrado que la simulación esté muy cerca de la realidad, obviamente que hay factores que no están presentes, como el factor del peligro, entonces hacer una comparación exacta no tiene tanto sentido, pero se ha logrado que la sensación al manejar el auto sea muy similar”, indica el piloto y empresario.
De todas maneras, muchos de los nuevos interesados en el mundo de la simulación no tienen intenciones de convertirse en pilotos profesionales; algunos ni siquiera planean salir a rodar sobre el pavimento real. Al respecto, Kohler destaca que “el simulador también puede usarse para divertirse. De hecho, tenemos nuestro modelo de entrada que arranca en 8.900 dólares, y si bien está dentro de lo profesional, los elementos que incorpora están más enfocados al entretenimiento. Por supuesto que una persona que tiene la posibilidad económica de adquirir un simulador super profesional como el que usa un piloto de Turismo Carretera y puede darse ese lujo, claramente lo puede tener. Y la experiencia de manejo es realmente tremenda”, asegura el experimentado piloto.
“El mejor ejemplo de una persona que no es profesional del automovilismo y tiene la posibilidad económica es el Dibu Martinez, fanático de los fierros, a quién le armamos uno en su casa, ahí en un mini museo que tiene”, cuenta Kohler sin ocultar su orgullo. “Su fanatismo viene por parte de su hermano, Ale Martinez, a quién también le hemos hecho un simulador que utiliza para entrenar, porque corre en categorías nacionales”.
Si bien no todos cuentan con el presupuesto del Dibu Martinez para armar un simulador profesional, hoy en día es posible disfrutar del simracing desde casa con una configuración más modesta, pero igualmente satisfactoria. Con una inversión ajustada y eligiendo componentes estratégicamente, se puede lograr una sensación inmersiva y realista que permita compartir la misma pasión por las carreras virtuales.
Si bien existen títulos de peso para consolas, como Gran Turismo en PlayStation o la serie Forza para Xbox, estos juegos se inclinan más hacia el concepto de “simcade”, un híbrido entre simulación y arcade. Y si bien ofrecen unos gráficos espectaculares y una experiencia de juego muy pulida, su física y modelo de conducción están diseñados para ser más accesibles, perdonando ciertos errores que en una simulación pura tendría consecuencias inmediatas. Sin embargo, para quienes buscan una conducción lo más cercana a la realidad posible, simuladores como iRacing, Assetto Corsa o rFactor 2 en PC proporcionan un nivel de realismo superior en aspectos fundamentales, como el comportamiento de los neumáticos, la aerodinámica, la transferencia de peso y el manejo de la temperatura de los frenos, solo por destacar algunos aspectos.
En este caso, la PC se presenta como la opción más versátil para adentrarse en el mundo del simracing, especialmente cuando buscamos una experiencia personalizable y con potencial de crecimiento. Si bien la inversión inicial puede parecer más elevada que una consola, las ventajas a mediano y largo plazo la convierten en una elección más sensata, ya que no se necesita una bestia de última generación para alcanzar una sensación plenamente inmersiva.
Para dar el primer paso podemos comenzar con un procesador como el Intel i5 de 10ma generación (ARS 125,000) o un Ryzen 5 3600 (ARS 110,000), que todavía se mantienen muy competentes para esta tarea y pueden manejar las físicas del juego sin inconvenientes. El mother compatible ronda los ARS 80,000, mientras que la memoria RAM no necesita ser excesiva, por lo que 16GB (ARS 45,000) nos permitirán correr de manera fluida, incluso con algunos mods cargados.
En cuanto al almacenamiento, un SSD M.2 de 1TB (ARS 68.000) nos permitirá tener varios simuladores instalados sin preocuparnos por el espacio. Para la parte gráfica, una RX 580 8GB (ARS 175.000) es más que suficiente para comenzar, sobre todo si vamos a usar un solo monitor (24” FHD, 100 hz, ARS 150.000) a 1080p. No nos olvidemos de una fuente de alimentación de 650W certificada 80 Plus Bronze (ARS 97,500) y un gabinete que cobijará todos los componentes (ARS 44.000). El costo total de esta configuración asciende a ARS 769.500, una inversión inicial muy razonable para aventurarse en el mundo de la simulación de carreras con un rendimiento más que satisfactorio.
Un accesorio fundamental del simracing son el volante y los pedales, por lo que idealmente habría que destinar una parte considerable del presupuesto inicial a esta inversión. Aquí es donde realmente sentiremos la diferencia en nuestra conexión con el auto virtual, y donde un equipo de calidad marcará la diferencia entre una experiencia de conducción superficial y una verdaderamente inmersiva. En este caso en particular, definitivamente hay que mantenerse alejado de aquellos periféricos extremadamente económicos: no tienen ni la precisión ni el realismo necesario para ofrecer una simulación auténtica.
Aquí la importancia de las sensaciones es fundamental, ya que son clave para sentir las irregularidades de la pista, el peso del vehículo, las fuerzas de las curvas e incluso, la pérdida de contacto con el pavimento. Percibir estos cambios sutiles en la dinámica del coche es posible gracias a tecnologías como el force feedback y el direct drive, que hacen que el volante reaccione de acuerdo a lo que sucede en el simulador, recreando una experiencia de manejo que se asemeja a la pista real. Sin entrar en mayores detalles técnicos, podemos resumir en que direct drive es una tecnología más avanzada, que captura y transmite hasta los detalles más finos de la pista, ubicándose en una categoría premium dentro del mercado de periféricos para simulación, y por lo tanto, más costosa.
En este caso en particular, explorar el mercado de segunda mano para reducir costos no tiene mucho sentido, ya que en nuestro país suelen pedir entre ARS 400.000 y 500.000 por un volante usado con force feedback como el Logitech G27, lanzado en 2009. Es una situación sorprendentemente ilógica, considerando que un modelo más reciente y tecnológicamente superior, como el Logitech G29, puede adquirirse nuevo y en caja cerrada por aproximadamente el mismo valor.